La expresión “Un antes y un después” tiene un intenso sentido en la vida de Alina Sainz. Su vida dio literalmente un giro de 180° tras cambiar de trabajo. Pasó de sufrir mobbing (versión laboral del bullying) y depresión a considerarse una persona “inmensamente feliz”.
Su historia es un espejo de cómo la cultura organizacional de las empresas puede impactar de manera directa en la salud mental y calidad de vida de las personas
Alina vive en Fray Bentos, una pequeña ciudad en el interior de Uruguay con alrededor de 24.000 habitantes, donde no es sencillo conseguir trabajo en la industria IT. Tiempo antes de comenzar a trabajar como tester en Abstracta, se desempeñaba en el comedor de una planta industrial de su pueblo, en la cual, según sus palabras, vivía prácticamente “en guerra”.
“Desde que me subía al ómnibus para ir a trabajar, contratado por la empresa, hasta llegar a mi casa nuevamente, era una guerra con Dios y el mundo. Trabajé allí durante 3 años y medio, la pasé tan mal que estuve meses con depresión. Cuando llegué a Abstracta, vivencié lo exactamente opuesto al bullying: me trataban tan bien que me asustaba. Pensaba que estaban buscando algo para despedirme, suspenderme o algo parecido”, relató.
El tiempo fue transcurriendo y, paulatinamente, logró comprender la importancia de entornos laborales saludables, libres de hostigamiento y de mobbing laboral. En cuanto entró a la compañía, tuvo un agradable proceso de onboarding, para familiarizarse con la empresa y sus integrantes. Luego, conoció el mapa de ruta abstractero en detalle, una plataforma en la cual tuvo la posibilidad de visualizar todos los planes de carrera disponibles y sus posibilidades de crecimiento.
“Se respiraba armonía desde el comienzo, cada uno disfrutaba de lo que tenía que hacer. Trabajábamos todos con el mismo objetivo y dábamos lo mejor. Si había algún problema, lo resolvíamos entre todos. Se me pone la piel de gallina al recordarlo”.
Por primera vez en su vida profesional, sentía que tenía voz y voto: “Comencé a disfrutar del trabajo, de cada progreso: desde encontrar un bug (error) hasta poder recomendar mejoras y ser escuchada. Era como estar viviendo un sueño”.
Un camino difícil de atravesar
Comenzó a trabajar a los 17 años, pasando por diferentes roles y empresas. Cuando ingresó a la planta industrial, lo hizo como personal de limpieza. Luego, pasó a ser “peón calificado”, puesto en el cual preparaba ensaladas para 800 personas todos los días y también atendía en las mesas.
Alina siguió ascendiendo: se desempeñó como cajera y más adelante como encargada de cocina. Sin embargo, sufría mobbing laboral. Ella tenía 19 años y el resto de las personas de 35 en adelante. Lejos de tener un espíritu fraternal, la “maltrataban y humillaban todos los días”.
“Estuve muchos años sufriendo. Es bastante complicado conseguir trabajo en IT en Fray Bentos, porque no hay. Es muy difícil cambiar de trabajo cuando ya tenés uno, es un pueblo chico”, explicó. Y detalló: “Entonces seguí trabajando allí, era la única forma de solventar mis gastos y poder seguir estudiando informática”.
Mientras los años transcurrían, la salud mental de Alina sufría consecuencias a causa del mobbing laboral. Llegó a padecer depresión y a estar internada por ese motivo. Fue muy difícil salir, pero lo logró.
“Ahora, sentada cómoda en mi casa y trabajando de lo que amo, con una hermosa relación con mis compañeros, me siento tremendamente involucrada con Abstracta, como si fuera mi hijo, no me arrepiento de nada. Abstracta da muchas oportunidades a personas como yo, por eso me enorgullezco tanto de poder decir que ahora y después de tanto, soy Abstractera”.
En 1era persona
Alina tiene 24 años, nació y vivió toda su vida en Fray Bentos. Actualmente, trabaja como tester en Abstracta, y se encuentra estudiando la Licenciatura en Tecnologías de la Información en UTEC SO.
Poder desempeñarse laboralmente en lo que tanto ama desde su pueblo, de manera remota, crecer profesionalmente día a día, y desarrollarse en proyectos internacionales es para ella hoy un sueño hecho realidad.
“Hay días en que no caigo en todo lo que he avanzado: ahora me mudé sola, trabajo en un proyecto de un importante instituto de Estados Unidos, me recorrí la mitad de Uruguay porque trabajar así me lo permite, conocí gente hermosa, y aprendí toneladas. Eso no se paga con nada”.
En tu trabajo en la planta, fuiste ascendiendo. Sin embargo, la pasaste muy mal y sufriste mobbing laboral. ¿Qué sucedió allí?
La gente a veces puede ser muy cruel con los recién llegados. Me hicieron de todo: tiraron aceite caliente sobre el piso que recién había lavado, me dejaron encerrada en la cámara de congelados estando de manga corta, me robaron todo lo que tenía en el locker, me humillaron delante de clientes, me tiraron bandejas por la cabeza y mucho más. Un gran abanico de insultos era lo más lindo que podía recibir.
¿De qué modo te afectó a nivel personal?
Llegaba a casa llorando pero esa plata era destinada para hacer un curso de redes en BIOS, y no me podía dar el lujo de dejar. Nunca devolví un insulto, iba con la cabeza alta. Seguía estudiando y sabía que en cuanto pudiera iba a salir de ahí. Pero terminé internada con depresión, no comía, no quería ver a nadie, e intenté suicidarme.
Qué fuerte… ¿Las personas que te lideraban en el trabajo sabían lo que ocurría allí?
Los jefes, gerentes y personal de Recursos Humanos sabían de los malos tratos. Ya tenían aceptado que era una guerra con todo el mundo todos los días. Fui la primera en denunciar esto oficialmente. Estuve como 2 meses internada. Un día volví a trabajar y terminé en emergencias porque volví a entrar en crisis. Afortunadamente, al otro día me llamaron de una cafetería para tener una entrevista laboral, donde me trataron muy bien. Me ayudaron a comenzar a aceptar que lo peor ya había pasado, que tenía que levantar la cabeza y seguir adelante. En cuanto firmé el contrato, renuncié.
¿Cómo lograste salir adelante?
Renunciar y cambiar de trabajo fue el primer paso pero no suficiente. Yo seguía muy deprimida, pero una persona de otra empresa que trabajaba en la planta, que también había sufrido depresión, me ayudó a salir. Empecé a meditar, me inicié en reiki, yoga y di un salto espiritual impresionante. Comencé a dejar cosas o personas que no vibraban en el nivel que yo esperaba, renuncié a ese trabajo, dejé a mi ex que era más tóxico que Chernóbil, dejé amistades que me hacían mal, empecé a leer de metafísica y a valorarme a mi misma. Mantener la mente ocupada en la universidad también me ayudó muchísimo. Aún así, seguía profundamente afectada.
¿Qué sucedió cuando te postulaste para trabajar en Abstracta?
En ese momento, seguía con medicación pero ya no eran 5 pastillas por día, eran 3. Estaba haciendo mi mayor esfuerzo por quedar, no solo por el sueldo sino porque había estado años estudiando para esto. El 12 de abril de 2021 fue oficialmente mi primer día siendo abstractera. Se me caen las lágrimas en este momento de contártelo. Ahí fue que logré repuntar. Mi proceso de incorporación fue genial, todos los días me preguntaban si necesitaba algo, si me sentía bien con el equipo, con el proyecto. Nunca se habían preocupado por mi en otros trabajos, yo era un número más pero acá tenía nombre. Tenía sentimientos.
¿Cómo impactó en tu vida tu trabajo en Abstracta?
En que no impactó sería la pregunta (risas). Impactó en mi salud física y mental. Me inspiró a seguir aprendiendo idiomas, a querer desarrollarme en otras ramas del testing, me ayudó monetariamente, a tener más confianza en mí misma. Es increíble cómo la cultura organizacional y la forma en que te tratan impacta tanto en tu cabeza, en tu salud mental y calidad de vida. Hoy viajo mes por medio con mi novio, tengo nuevos amigos que comparten mis valores, gané un premio INJU de ciencia y TI, y podría seguir todo el día. Comencé como aprendiz de tester funcional, porque era mi primera experiencia en TI, hoy día ya soy tester funcional Jr.
¿Qué proyectos tienes actualmente?
Quiero seguir creciendo profesionalmente. Tengo la meta de llegar a Jr. Advanced el año que viene, y empezar a hacer pruebas automatizadas. Voy a seguir aprendiendo inglés, terminar la licenciatura y hacer una maestría. Quiero seguir disfrutando la libertad que tengo ahora de estudiar y trabajar desde la parte del mundo que quiera. Quiero una vida tranquila, feliz, y poder casarme con este hombre que tanto me ayudó a salir de la depresión, que hoy es mi pareja. Quiero llegar a compartir el conocimiento adquirido con otras personas, hacer otro curso de barista porque amo el café, no tener tanta pereza de hacer ejercicio y poder acostarme con la cabeza tranquila de que todo está yendo como quiero.
¿Por qué te contamos esta historia?
En primer lugar, porque nos llena de orgullo y nos motiva profundamente. Nos honra poder acompañar a Alina en su trayecto de vida y ser una plataforma de apoyo para ella.
A veces puede ser complejo comprender verdaderamente el impacto que tiene el ámbito del trabajo y la cultura organizacional de las empresas en la salud mental de las personas y su calidad de vida, en todos sus ámbitos, de manera integral.
Según una publicación de Scielo, “Numerosos estudios han demostrado las relaciones entre condiciones psicosociales del trabajo y la salud mental de los empleados, y especialmente como la combinación de bajo control percibido y altas demandas laborales predicen determinados problemas de salud mental. Trastornos mentales tales como los de ansiedad y depresión tienen un efecto muy negativo sobre la calidad de vida y la capacidad funcional en el trabajo”.
La historia de Alina ayuda a figurarlo de manera explícita. Recorridos como el de ella nos movilizan y estamos seguros de que pueden servir de profunda inspiración.
Si quieres conocer más sobre la cultura abstractera, te invitamos a profundizar en este artículo.
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